lunes, 10 de agosto de 2015

PW - Pocket Wars Teams 01 - Peninsular War (Part 2)

El 2 de Mayo

Mientras, en la península, el día 2 de mayo, los carros con el resto de la familia real estaban a punto de partir hacia Bayona cuando la muchedumbre, que se arremolinaba ante el palacio esperando su salida, comienza a enfrentarse a los soldados franceses de Rucher, lugarteniente de Murat, y el general Lagrange. El conflicto se va extendiendo por las calles de Madrid hasta convertirse en una revuelta generalizada, en la que participaron personas de todo tipo de profesiones.

Tras un duro día de combates, el ejército francés consiguió finalmente aplastar la revuelta. Los detenidos fueron condenados a muerte y fusilados entre los días 2 y 3 para servir de escarmiento. Hubo un intento más de revuelta tras estos acontecimientos que no triunfó por la intervención de las autoridades españolas, pero el alzamiento definitivo no tuvo lugar hasta finales de mayo, cuando llegaron las noticias de lo sucedido en Bayona.


Defensa del parque de artillería de Monteleón, de Joaquín Sorolla (Biblioteca Museo Víctor Balaguer)

Estos hechos marcan un inicio poco común para la guerra, ya que los primeros combates se produjeron de forma espontánea sin una declaración formal de guerra entre países, que se llevaría a cabo el día 3 de mayo de la mano del alcalde de Móstoles.

Conflictos en las Península

El vacío de poder por la ausencia de los reyes llevó a los españoles a constituirse en juntas que trabajaron tanto a nivel provincial como más local, llegando a repartir armas entre la población para ayudar en la defensa del territorio. Pero la organización entre ellas era nula, y al estar las juntas repartidas por tantos puntos del país y la incapacidad de ponerse de acuerdo entre ellas hacía extremadamente difícil la coordinación de las tropas españolas. La Junta Central, creada el 25 de septiembre de 1808 se crea para tratar de solucionar este problema. Estará en marcha hasta el 29 de enero de 1810, momento en que fue sustituida por el Consejo de Regencia.

Cada reino o provincia organizó su propio ejército, depurando antiguas autoridades para ascender a militares de rango más bajo en su lugar. Las tropas españolas estuvieron, durante toda la guerra, mal alimentadas y equipadas, en la mayoría de casos sin haber recibido una instrucción formal, y al estar integradas por hombres del mismo territorio, en ocasiones ponían los intereses locales por encima de los de la defensa del conjunto del país, complicando aún más la situación.

La Grande Armée en España

Las tropas napoleónicas, por otra parte, eran un ejército disciplinado, bien entrenado, con experiencia y bien equipado. La única desventaja notable que tenían frente a los españoles era que, al estar los ejércitos de estos tan esparcidos y desorganizados, no había ningún punto clave que pudiesen atacar para sentenciar la guerra. En su punto álgido, se calcula que llegaron a haber más 250.000 soldados franceses en la península con el propio Napoleón al frente (conocida como la Grande Armée), formando una maquinaria de guerra tan bien engrasada que el conflicto acabó por decantarse del lado español puramente por la persistencia de la población y por la intervención inglesa, los cuales tuvieron alrededor de 50.000 hombres luchando en el territorio.

En efecto, los seis años de guerra se pueden dividir en varias fases de las que los españoles raramente salieron bien parados. Durante la primera etapa, que duraría hasta julio de 1808, se produjeron una serie de sitios de ciudades, los más notables de los cuales fueron los de Valencia, Girona y Zaragoza que acabaron con la capitulación francesa, pero a un coste altísimo: más de 100.000 hombres fueron hechos prisioneros o cayeron en combate, sin contar todas las vidas civiles que se perdieron.

Tras la batalla de Bailén, en la que las tropas del Dupont tuvieron que retirarse, José abandonó Madrid y los españoles retomaron la capital. En septiembre, la Junta Suprema Gubernativa del Reino decidió dividir el ejército español en cuatro secciones: la derecha, con el general Vives al mando y tropas de Cataluña, Baleares, Murcia y de Granada; la centro, dirigida por Castaños, con hombres de Andalucía, Castilla, Extremadura, Valencia, y un refuerzo de 20.000 ingleses; la izquierda, comandada por Blake y más tarde el Marqué de la Romana, con tropas de Galicia, Asturias, Santander, Vizcaya y caballería de Castilla; y por último una reserva aragonesa con Palafox al mando, que se creó sin saber cuál sería su función.

Esta división no durará hasta el final de la guerra, puesto que a partir de este momento se hace patente la descoordinación y poca preparación de las tropas españolas, y las victorias francesas se vuelven sistemáticas hasta 1812, destruyendo así la estructura militar española, que se calcula que apenas contaba con 100.000 hombres llegados a 1811.

Pese a sufrir derrota tras derrota y haber perdido la guerra desde un punto de vista objetivo, la resistencia nunca llegó a ser aplacada, y las guerrillas se multiplicaron, puesto que el ejército español no tenía suficientes números para plantar batalla directa y salir airoso.

En 1812 se produce el gran giro del transcurso de la guerra, con los ingleses todavía presionando a los franceses, y la retirada de unos 22.500 franceses, algunos de los mejores que tenía su ejército, para luchar en el frente ruso. Las guerrillas españolas también siguieron actuando por su cuenta, pese a todos los esfuerzos del ejército por regularizarlas.

Se recupera territorio progresivamente gracias a la ayuda inglesa, hasta que el ejército español logra llegar a la frontera pirenaica. Wellington toma el mando de las tropas locales el 1 de enero de 1813, poniendo finalmente una cabeza clara al frente de los ejércitos, que llegados a este punto eran una mezcla de españoles, ingleses y portugueses que luchaban por la expulsión de los franceses.

El último combate que se produjo en territorio español fue en San Gervasio, el 16 de abril de 1814. En ningún momento el ejército español llegó a cruzar la frontera e invadir territorio francés.

El Fin de la Guerra, el tratado de Valençay


La paz fue firmada por Fernando VII y Napoleón en Valençay, el 4 de diciembre de 1813. Con él se restablecían las buenas relaciones entre los dos países y las hostilidades entre ellas cesaban tanto a nivel continental como en sus posesiones de ultramar. Napoleón reconocía al nuevo monarca y sus sucesores, y a la vez se aseguraba de que sus partidarios durante la guerra no sufrieran represalias del nuevo gobierno: todos los españoles que habían estado al servicio de José recuperarían su estatus anterior junto con las posesiones que les hubieran sido arrebatadas, y los que prefiriesen quedarse fuera de España dispondrían de 10 años para vender sus posesiones en la península, conservando también los derechos de sucesión. La ocupación militar sería regulada por un convenio militar con el fin de evacuar a los soldados franceses e ingleses que quedaban en el territorio, y los prisioneros, incluidos los tomados por los ingleses, serían retornados a sus respectivos países, así como las propiedades sustraídas por ambos bandos durante la guerra.



CRISTINA Corella Fuente, Historiadora

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